Acerca de

La escritura de las Gárgolas.

Ésta es una plataforma de aprendizaje en línea creada para ti en estos días de encierro obligado.

Si eres estudiante de la Licenciatura en Creación Literaria de la UACM, Plantel Del Valle, las Gárgolas creamos este espacio para que continúes con tus clases y para acompañarte de manera personal como lo hubiéramos hecho en los salones de clase.

Sueños de piedra

Teresa Dey

He oído muchas veces la sentencia de que lo peor que puede pasarte es que tus sueños se hagan realidad, porque al encarnar pierden levedad y esa perfección que los hace tan deseables. Durante todos los años que di clases en el TEC soñaba con que algún día existiera una universidad en México que fuera capaz de admitir una carrera para escritores.

Cuando surgió la invitación a formar parte de la UCM, no lo pensé, renuncié a las certezas que me daba lo conocido y en aras de mi sueño me incorporé a su cuerpo docente. En aquellos momentos éramos apenas cuarenta profesores, que nos reuníamos en una pequeña oficina allá por Gran Sur.

Ni siquiera sabíamos cuánto íbamos a ganar, ni en qué plantel daríamos clases. A Carmen Ros y a mí nos dijeron que aquí se podría proponer una carrera de literatura y mordimos el anzuelo. Allí conocimos a Rosina Conde.

Tras un mes de preparación del propedéutico, por fin se abrieron las puertas a los estudiantes el 1º de septiembre del 2001, recuerdo que durante la primera semana se nos colaban periodistas (tan poco éticos como los que ahora nos golpean) que grababan las presentaciones en las clases para luego editarlas y transmitirlas por la radio con el fin de desacreditarnos. Todavía no conocíamos a nuestros alumnos y nos era imposible detectar a quienes no lo eran. Los medios dijeron de todo: que si estábamos formando cuadros para el PRD, que si los estudios realizados en la peje-universidad no tendrían reconocimiento, que si en cuanto él se fuera iban a cerrarla, que ésta no era una universidad sino un corral de perredistas, y muchas linduras más. Pero como aquella apenas era una época de duermevela, no nos hizo demasiada mella.

Lo cierto es que en estos últimos diez años, nuestra vida en la UACM, ha tenido un poco de todo, alegrías, enamoramientos, rupturas, duelos verbales, duelos de egos, y por desgracia, también de muertes de nuestros seres queridos; pero también hemos recibido premios, grados académicos y hasta nietos. Además de mucha presión, discusiones y descalificaciones cotidianas que la curten a una; nos acusaban de haber echado a andar una “no-carrera o un diplomado con ínfulas” como algunos calificaban a la Licenciatura en Creación Literaria; a la vez nos achacaban no tener conciencia social; y otros decían que no entendíamos que es imposible enseñar a alguien a hacer literatura, porque los escritores nacen, no se hacen. El único punto que concedían a nuestro favor era que los estudiantes de la entonces UCM, ya eran duchos en eso de morirse de hambre.

 

Fue entonces cuando me convertí en una Gárgola orgullosamente uacemita y cuando el sueño empezó a cincelarse en piedra caliza, porque intuía que podía probarles a todos nuestros detractores que estaban equivocados.

 

Carmen Ros decidió bautizarnos como gárgolas, para evitar apodos menos precisos. Y sí, somos gárgolas porque nos hemos labrado con la misma piedra con que está hecha la universidad. Parecemos grifos y quimeras, es decir, más feas que peligrosas; y hacemos ruido mientras torrentes de palabras atraviesan nuestras gargantas, nuestra sangre, nuestros pensamientos para desahogar el agua, las piedras y el lodo que de otra forma pesaría sobre nuestras conciencias. Y también somos gárgolas en el sentido mitológico, porque tratamos de cuidar y de guiar a nuestros estudiantes mientras caminan cerca de nuestra sombra.

 

Como gárgola, no puedo negar el privilegio de haber trabajado un promedio de sesenta horas semanales durante por lo menos tres años para diseñar el plan de estudios y los programas de cada curso; porque de acuerdo al tan discutido modelo era necesario brindar un amplio catálogo de materias.

Otro privilegio fue el de investigar la oferta educativa de las carreras de Creación Literaria en todo el mundo, de conocer sus planes curriculares y de saber a ciencia cierta que asignatura por asignatura, el nuestro no es menos exigente ni menos valioso que el de la Universidad de East Anglia, porque durante todos estos años he constatado que el de la UACM es capaz de responder a las necesidades de estudiantes mexicanos, que deben ganarse la vida, aunque sea para perder la costumbre del hambre y llevarle la contraria a quienes los despreciaban.

 

Y aunque un articulista del Universal diga que nuestra universidad sirve pero no sirve. También ha sido un privilegio ahondar en la didáctica del arte, porque ese es el núcleo de la carrera. En términos funcionalistas, es claro que el arte no sirve para nada, sino para mantener viva la identidad, la palabra y ese nombrar con el vocablo justo a cada cosa, a cada emoción y a cada sueño; un poco como ordenaban los dioses de la antigüedad, pero es verdad, en la actualidad tampoco los dioses sirven para una maldita cosa. Tal vez he de decirlo de manera inversa bajo mi propio riesgo: Hacer arte en literatura no sirve, pero sirve.

 

Otra de mis prerrogativas al trabajar en esta universidad ha sido recibir jóvenes con un flamante certificado de prepa, capaces de juntar letras, pero que no comprenden cabalmente lo que dice un párrafo. Estudiantes que para señalar la sílaba acentuada de cada palabra, la califican de atómica, porque el concepto de tónica jamás los alcanzó a rozar, sino como rima asonante.

Sin embargo, el verdadero privilegio ha sido acompañarlos hasta que logran escribir un párrafo coherente y sin errores ortográficos y de ahí a conocer las metáforas simples; hasta que un día, con mirada de asombro son capaces de escribir un poema pequeñito, pero con versos impecables, con esos renglones que representan universos de papel y tinta con sus propuestas conceptuales y sonoras. Y qué decir cuando comprenden la voz de algún narrador o cuando me muestran con orgullo un cuento y me platican que ganaron un premio o que lograron una beca para jóvenes creadores o que les van a publicar algo. Cuando sé que están dando talleres literarios para el programa de Niños Talento o con adultos mayores y aplican lo que han aprendido en estas aulas y les va bien. He compartido con ellos trabajos, clases, el agotamiento por la certificación y sobre todo nuestras esperanzas.

 

En estos años la Academia de Creación Literaria ha crecido y se ha enriquecido con otros creadores y académicos, y claro, varias gárgolas dignas de tal nombre que comparten con nosotros el privilegio de sembrar en nuestros estudiantes la conciencia de que el conocimiento es un fin en sí mismo y de que la pasión por lo que se hace es nuestra aliada para lograr que los sueños, aunque pesen y duelan, deben hacerse realidad.

Como gárgola, soy de cantera, grito y palabras; ser mitológico poblado de sueños y de recuerdos, ¿qué más puedo pedir?